diabetes

publicidad2

lunes, 16 de noviembre de 2015

Manejo y seguimiento del niño diabético


La diabetes mellitus (DM) se caracteriza por hiperglucemia crónica y su causa fundamental, en la edad pediátrica, es el déficit de insulina en el contexto de una DM de tipo autoinmune. Su adecuado tratamiento y seguimiento pueden evitar o retrasar la aparición de complicaciones.

El término diabetes mellitus (DM) hace referencia al trastorno metabólico caracterizado por hiperglucemia crónica como resultado de la alteración de la secreción de insulina, de la disminución del efecto de la misma a nivel tisular o de ambas situaciones de manera simultánea(1). Aunque las causas pueden ser muy diversas, la inmensa mayoría de los pacientes se incluyen dentro de dos grandes categorías: la DM tipo 1, caracterizada por un déficit absoluto de secreción de insulina con una base fundamentalmente autoinmune; y la DM tipo 2, en la que se combinan la resistencia a la acción de la insulina y una respuesta secretora de insulina compensadora que resulta insuficiente, es decir, una deficiencia relativa de insulina(1). Otros tipos menos frecuentes de DM se muestran en la tabla I. Cada una de dichas causas menos clásicas de DM tiene su fisiopatología y manejo específicos, que exceden a los objetivos de la presente revisión.
La DM tipo 2 en niños y adolescentes es un fenómeno de creciente preocupación sanitaria, secundario a la epidemia aún más alarmante de obesidad a nivel mundial en este grupo de edad(3). Aunque muy probablemente aumentará en los próximos años, la realidad actual indica que la prevalencia de DM tipo 2 en niños y adolescentes en nuestro medio es, de momento, muy baja en comparación con la de DM tipo 1(4,5). La DM tipo 1 sigue siendo la causa más frecuente de DM entre niños y adolescentes en países occidentales (cerca del 90% de los casos en edad pediátrica), a pesar de que solo supone un 5-10% de los casos de DM en el global de la población (niños y adultos)(1,2). Por todo ello, a lo largo de este artículo, nos centraremos casi exclusivamente en lo que se refiere a la atención del paciente pediátrico con DM tipo 1.
Realizar un diagnóstico precoz e instaurar un tratamiento y seguimiento correctos a largo plazo son labores fundamentales, por un lado para evitar la morbilidad aguda (cetoacidosis diabética, potencialmente letal), y por otro lado para prevenir, retrasar o tratar precozmente las complicaciones crónicas (micro y macrovasculares, psicológicas, cutáneas, patologías autoinmunes asociadas), influyendo así positivamente sobre la morbimortalidad(6-9).
Epidemiología
A nivel mundial, se estima que, del total de la población menor de 15 años (1.800 millones de personas), el 0,02% padece DM tipo 1, es decir, unos 500.000 niños alrededor del mundo, con una incidencia estimada de 80.000 nuevos casos cada año(10). Existen importantes diferencias epidemiológicas según el área geográfica, justificadas en parte por la frecuencia de los distintos genotipos de predisposición(1). En nuestro país, la prevalencia de DM tipo 1 varía según las regiones entre el 0,01% y el 0,15%(11). Asimismo, las tasas de incidencia son de entre 11,5/100.000 hab./año (Asturias) y 27,6/100.000 hab./año (Castilla-La Mancha), estimándose una incidencia media en España de 17,7/100.000 hab./año(11). Las tasas de incidencia han ido aumentando en las últimas décadas y continúan en ascenso, sobre todo en países emergentes y en vías de desarrollo, habiendo alcanzado una meseta en los últimos años en países occidentales donde las tasas ya eran altas. Han aumentado, especialmente los casos en menores de 5 años de edad. Existen variaciones estacionales bien descritas en la incidencia de nuevos casos, sobre todo en meses de invierno, pero algunos trabajos describen las mayores tasas en meses cálidos, o con variaciones interanuales(1). Asimismo, tradicionalmente se ha establecido un gradiente de incidencia norte-sur (mayor incidencia a mayor latitud), que dentro de España no parece cumplirse(11).
Fisiopatología
En la DM tipo 1, se produce destrucción de las células beta-pancreáticas a través de un mecanismo autoinmune, en el que se implican factores de predisposición genética, factores ambientales, del sistema inmune y de la célula beta.
La DM tipo 1 implica una deficiencia parcial o absoluta (más frecuente) de insulina debida a la destrucción crónica de las células beta del páncreas, a través de un mecanismo inmunológico. Como en otras enfermedades de base autoinmune, se acepta una etiología multifactorial, con presencia de una predisposición genética sobre la que algún factor ambiental desencadena una respuesta autolesiva del propio sistema inmunitario sobre la célula beta, sin haber sido posible explicar con detalle hasta el momento de qué manera exacta influyen cada uno de estos factores(1,2). Este proceso de destrucción es progresivo (Tabla II). La clínica comienza a aparecer cuando se han destruido aproximadamente el 90% de las células beta. La autoinmunidad se demuestra en la práctica totalidad de los casos (DM tipo 1A) a través de la detección de autoanticuerpos(1,2).
Los autoanticuerpos más comúnmente analizados en la práctica clínica son los dirigidos: contra la insulina (IAA), contra la descarboxilasa del ácido glutámico (anti-GAD), contra el antígeno de insulinoma tirosinfosfatasa-like (anti-IA2) y contra células del islote (anti-ICA)(12). Existen otros autoanticuerpos implicados, alguno de relevancia demostrada, pero de uso poco extendido aún (como es el dirigido contra el transportador 8 de Zinc o anti-ZnT8), otros todavía con escasa validación y, probablemente, otros aún desconocidos(12).
Existen más de 60 variantes genéticas asociadas con una mayor predisposición a padecer DM tipo 1. La mitad de dicho riesgo se establece por determinadas combinaciones de alelos del complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) tipo DR y DQ. En cualquier caso, menos del 10% de los portadores de genotipo HLA de alto riesgo desarrollarán la enfermedad(1,13).
Los factores ambientales desencadenantes de la respuesta autoinmune son desconocidos. Se discute acerca de la posible influencia de factores infecciosos (p. ej., rubéola, enterovirus), antígenos alimentarios (p. ej., proteína de leche de vaca, gluten, metabolismo de la vitamina D), etc., sin que de momento se disponga de datos suficientes para poder realizar afirmaciones indiscutibles(1,13).
Independientemente de la causa, la deficiencia de insulina y la consiguiente disminución de la glucosa intracelular pondrán en marcha mecanismos destinados a aumentar aún más la glucemia y a formar cuerpos cetónicos como combustible alternativo. Los cuerpos cetónicos, por su carácter ácido, disminuyen el pH, y el proceso desemboca en una cetoacidosis diabética (Fig. 1).
Figura. 1. Fisiopatología de la cetoacidosis diabética(6).
Clínica
La clínica clásica al debut consiste en poliuria, polidipsia y pérdida de peso, pero el cuadro clínico no siempre es tan evidente. Es fundamental la sospecha diagnóstica precoz ante los primeros síntomas para evitar la progresión a cetoacidosis.
Como ya hemos comentado, la destrucción progresiva de las células beta dará lugar a la aparición de los signos y síntomas del debut de DM tipo 1, siguiendo una serie de fases (Tabla II). El objetivo fundamental en este punto consiste en el diagnóstico precoz ante la aparición de los primeros síntomas, evitando la evolución del cuadro hacia una cetoacidosis diabética, potencialmente muy grave e incluso fatal sin el adecuado tratamiento (Tabla III).
A nivel mundial, hasta el 80% de los menores de 15 años que debutan con una DM tipo 1 lo hacen en forma de cetoacidosis(10). En España, la cetoacidosis como forma de debut en este grupo de edad se estima entre el 25-40%, siendo incluso mayor del 50% entre los menores de 4 años(11). Para lograr disminuir estas tasas, es necesario sospechar el diagnóstico ante la aparición de los primeros signos y síntomas. La presentación clínica clásica consiste en: poliuria, nicturia, polidipsia y pérdida de peso de varias semanas de evolución(13), pero no siempre resulta tan evidente. En muchas ocasiones, el cuadro clínico inicial resulta más inespecífico y puede pasar desapercibido o confundirse con otras patologías benignas (Tabla III). Hay niños en los que la evolución a cetoacidosis es muy rápida (sobre todo, los menores de 2 años), y otros en los que los síntomas iniciales pueden prolongarse durante meses, empeorando lentamente. Otra medida útil para disminuir la frecuencia de cetoacidosis al debut consiste en informar a la población de los síntomas asociados, con campañas de concienciación, para que consulten precozmente ante la aparición de los mismos(14).
Diagnóstico
La DM se diagnostica en presencia de síntomas típicos con glucemia plasmática = 200 mg/dL, o en ausencia de síntomas con medidas repetidas de: glucemia en ayunas = 126 mg/dL, glucemia tras 2 horas de una sobrecarga oral de glucosa = 200 mg/dL o HbA1c = 6,5%.
Ante la aparición de síntomas sugestivos de DM, debe realizarse la medición de glucemia capilar, así como evaluar la presencia de cuerpos cetónicos (de manera ideal cetonemia capilar, y si no hay disponibilidad, cetonuria mediante tira reactiva de orina). Si de este modo se detecta una cifra elevada de glucosa, debe derivarse al paciente de manera urgente a un centro con experiencia en este campo para confirmar el diagnóstico y comenzar tratamiento lo antes posible, sobre todo, si asocia elevación de cetonemia o cetonuria, ya sea porque ya haya aparecido una cetoacidosis o para prevenir su aparición(1,13). Para la confirmación diagnóstica, las determinaciones de glucosa deben realizarse en plasma mediante un sistema de laboratorio basado en el método de la glucosa oxidasa(13). También es posible llegar a un diagnóstico de DM sin la presencia de síntomas típicos, habitualmente tras el hallazgo casual de alteraciones de la glucosa en analíticas solicitadas por otro motivo. Los criterios que deben cumplirse para establecer el diagnóstico de DM se exponen en la tabla IV.
Las alteraciones persistentes de la glucosa en ayunas o tras SOG o de la HbA1c que no llegan al umbral de los criterios diagnósticos de DM constituyen la situación de “prediabetes”. Nos referimos a: la alteración de la glucemia en ayunas (AGA: 100-125 mg/dL), la alteración de la tolerancia a la glucosa (ATG) definida por glucemia de 140-199 mg/dL a las 2 horas tras SOG, y la HbA1c de 5,7-6,4%. Estas situaciones poseen gran interés, pues implican un riesgo incrementado de evolución a diabetes. Este riesgo es continuo, extendiéndose más allá de los límites inferiores de los rangos mencionados, y aumenta exponencialmente cerca del límite superior de los rangos(2).
Ante una descompensación hiperglucémica aguda, independientemente de si se trata del debut de la enfermedad, de omisión de insulina en el diabético conocido, de situación de estrés metabólico (fiebre, enfermedad…) con déficit relativo de insulina, etc., puede desembocarse en una situación de cetoacidosis diabética (Fig. 1). La clínica se describe en la tabla III y el diagnóstico se establece según los siguientes criterios bioquímicos(6):
• Hiperglucemia > 200 mg/dL.
• pH < 7,30 o bicarbonato < 15 mmol/L.
• Cetonemia y cetonuria positivas.
Diagnóstico diferencial
Para distinguir la DM tipo 1 de otros tipos de DM, es preciso valorar: la presencia de autoanticuerpos, la edad al debut, el patrón de herencia, la tendencia a cetosis, la presencia de obesidad y acantosis nigricans y la presencia de factores de estrés o fármacos hiperglucemiantes.
Una vez establecido el diagnóstico de DM, la confirmación DM tipo 1 vendrá determinada por la presencia de autoanticuerpos (DM tipo 1A). Para ayudar a distinguir entre DM tipo 1 y otros tipos de DM, se reflejan las características diferenciales principales en la tabla V.
Debe plantearse la posibilidad de una DM distinta a la tipo 1 en el niño en el que no se detectan autoanticuerpos y asocia(1):
• Historia familiar autosómica dominante de DM.
• Diagnóstico de DM en los primeros 6 meses de vida.
• Hiperglucemia en ayunas (100–150 mg/dL) que no progresa, sobre todo en pacientes jóvenes, no obesos y asintomáticos.
• Patología asociada: sordera, atrofia óptica o rasgos sindrómicos.
• Uso de fármacos tóxicos para la célula beta o causantes de resistencia a insulina.
Debe realizarse estudio genético de DM monogénicas en todo paciente menor de 6 meses con DM, ya que la DM tipo 1 es muy rara en este grupo de edad(1).
En el caso de hiperglucemia detectada en el contexto de estrés (infección aguda, trauma, cirugía, distrés respiratorio, fallo hemodinámico, etc.), esta puede ser transitoria y requiere tratamiento, pero no debe ser considerada como diagnóstico de DM(1).
Aunque la DM tipo 2 en la edad pediátrica sea aún infrecuente en nuestro medio, resulta interesante tener en cuenta que, debido a la alta prevalencia de obesidad entre la población general, un porcentaje significativo de pacientes con DM tipo 1 padece obesidad, asociando con frecuencia un componente de resistencia a la insulina que puede dificultar su manejo(1).
Cuando la presentación clínica es la típica de DM tipo 1, con insulinopenia permanente y propensión a cetoacidosis, pero no se logra demostrar la presencia de autoanticuerpos ni se demuestra otra etiología, se habla de DM tipo 1B (a diferencia del tipo 1A, cuando sí se detectan autoanticuerpos)(2). Si bien, está aceptado este subtipo de DM, más frecuente en África y Asia, es posible que algunos diagnósticos de DM tipo 1B de nuestro medio se establezcan por limitaciones técnicas de los laboratorios para determinar algunos autoanticuerpos, así como al probable desconocimiento aún de algunos autoanticuerpos implicados(1,2).
Manejo: tratamiento y seguimiento
Para alcanzar los objetivos de crecimiento adecuado, buena calidad de vida y el menor riesgo posible de complicaciones, serán fundamentales: la administración de insulina, el control de la alimentación, el ejercicio físico, la monitorización de la glucemia, la educación diabetológica, la motivación, el reciclaje periódico y el cribado de comorbilidades y complicaciones.
La situación de cetoacidosis diabética es una urgencia médica que requiere tratamiento inmediato en un centro de referencia con disponibilidad de UCI pediátrica y cuyos objetivos son: corregir la deshidratación, corregir la acidosis, revertir la cetosis y corregir lentamente la hiperosmolalidad y la hiperglucemia. Si la cetoacidosis no ocurre en el contexto de un debut diabético, es fundamental investigar y corregir la causa precipitante(6).
El objetivo último del manejo del niño con DM a largo plazo consiste en lograr un desarrollo y crecimiento adecuados, una buena calidad de vida y el menor riesgo posible de complicaciones agudas y crónicas. Para acercarnos a este objetivo último, será necesario conseguir el mejor control glucémico posible, el cual se asocia con una menor frecuencia de complicaciones. Para mejorar dicho control glucémico, disponemos de tres herramientas modificadoras por sí mismas del nivel de glucemia, pilares clásicos del tratamiento de la DM: la administración de insulina, el control de la alimentación y el ejercicio físico. Pero, para poder utilizar estas herramientas, es imprescindible conocer de manera muy frecuente el nivel de glucemia (monitorización de la glucemia), aprender cómo se aplican dichas herramientas y cómo funciona la enfermedad (educación diabetológica) y mantener en el tiempo el interés del paciente y cuidadores (motivación). También es importante el cribado rutinario de comorbilidades o complicaciones incipientes, así como la evaluación y reciclaje periódicos de todos estos aspectos mencionados. Por tanto, podemos decir que el manejo del paciente con DM tipo 1 no consiste sin más en un tratamiento farmacológico con insulina, sino en facilitar la ayuda necesaria a los niños y a sus familias para ser competentes en el autocuidado y mantener su motivación a lo largo de la infancia y adolescencia, permitiéndoles así, llegar a convertirse en adultos independientes y saludables(8,15-19).
El manejo de los niños y adolescentes con DM tipo 1 debe realizarse desde unidades especializadas multidisciplinares, en hospitales de referencia para esta patología, con disponibilidad de los recursos humanos (pediatras diabetólogos, educadores en diabetes, nutricionista, psicólogo, trabajador social), recursos materiales y tecnológicos necesarios(15,20). Se han establecido y publicado recientemente los requisitos mínimos para poder constituir un centro de referencia(20). Debe existir facilidad para la comunicación con el resto de ámbitos del área correspondiente (atención primaria, hospital secundario, colegios), trabajando así en equipo por un mismo objetivo(15,20). El paciente y su familia deben ser considerados los agentes centrales del equipo multidisciplinar(15).
Insulinoterapia
El tratamiento con insulina es imprescindible en la DM tipo 1 y debe iniciarse tan pronto como se realice el diagnóstico para prevenir o tratar una posible descompensación. Aunque aún no se haya demostrado la autoinmunidad, cualquier niño con hiperglucemia grave y cetonemia necesita insulina para resolver la descompensación metabólica(1,17). En situación de cetoacidosis grave, el tratamiento debe realizarse inicialmente con insulina intravenosa en una unidad de cuidados intensivos(6).
El tratamiento de mantenimiento con insulina pretende imitar en lo posible la secreción fisiológica de insulina por el páncreas, aunque aún no se ha logrado una sustitución perfecta y equivalente. Las pautas de insulinoterapia más aceptadas son las basal-bolus. Cuando administramos insulina, la administramos con los siguientes objetivos:
Insulina basal: su objetivo es remedar en lo posible la continua secreción pancreática de pequeñas cantidades de insulina durante las 24 horas del día.
Bolo comida: trata de compensar y evitar el ascenso de la glucemia tras la ingesta.
Bolo corrector: pretende corregir una cifra elevada de glucemia y llevarla a un nivel normal.
Los tipos de insulina de los que disponemos en la actualidad se muestran en la tabla VI.
Existen dos métodos para administrar una pauta basal-bolus de insulina:
1. Múltiples dosis de insulina (MDI) subcutánea: la insulina se administra mediante inyección subcutánea de dos tipos de insulina. Como insulina basal se utiliza, en la mayoría de los casos, un análogo de acción lenta (AAL): detemir (Levemir®) o glargina (Lantus®). Por el perfil de pico de acción y vida media muy poco fisiológico de la insulina NPH, prácticamente no se utiliza en la actualidad salvo casos excepcionales, sobre todo en niños muy pequeños. Para los bolos comida y bolos correctores se utilizan análogos de acción rápida (AAR): aspart (Novorapid®), lispro (Humalog®) o glulisina (Apidra®). La insulina regular (Actrapid® o Humulina regular®) se utiliza menos en la práctica diaria por su peor perfil, pero continúa utilizándose habitualmente a nivel hospitalario para perfusión intravenosa e incluso por vía subcutánea en algunas pautas al debut. Este sistema MDI implica múltiples inyecciones al día: 1 o 2 de AAL y 1 de AAR por cada ingesta. Se utilizan jeringas o bolígrafos. No se pueden mezclar distintos tipos de insulina en la misma jeringa (salvo NPH con insulinas de acción rápida). Aunque existen presentaciones con mezclas prefijadas de NPH e insulina rápida, estas no se recomiendan en pacientes pediátricos. Las zonas de inyección más aconsejables para la inyección de insulina de acción lenta son glúteos y muslos, y las zonas para la insulina de acción rápida son abdomen, brazos y muslos. Debe recomendarse el uso regular de las mismas áreas para la insulina del mismo momento del día, pero con rotación dentro de ese área de manera frecuente para evitar la aparición de lipohipertrofias, que son secundarias a la inyección frecuente de insulina en la misma zona, y las cuales pueden implicar una absorción errática de la insulina si esta se administra en esa zona, pudiendo dificultar así el control glucémico(17).
2. Infusión subcutánea, continua de insulina (ISCI) o bomba de insulina: la insulina es administrada en el tejido subcutáneo del paciente a través de una cánula colocada de manera permanente en dicho tejido, y a la que la bomba envía la insulina a través de un catéter. El recambio de la cánula se realiza cada 3 días habitualmente, aunque algunos pacientes necesitan cambiarlo antes. Solo utiliza un tipo de insulina (normalmente AAR). Logra el efecto de insulina basal con una infusión continua de insulina a un ritmo muy bajo, y el efecto de los bolos comida y correctores con infusiones rápidas de mayor cantidad. Con una buena selección de los pacientes puede aportar ventajas sobre MDI: menor frecuencia de pinchazos, remeda mejor la fisiología del páncreas (programar diferentes ritmos de infusión basal de insulina en distintos tramos del día; administrar distintos tipos de bolos según el tipo de ingesta), posible descenso de HbA1c de en torno a 0,5%, menor frecuencia de hipoglucemias graves y posibilidad de acoplarse a algunos medidores continuos de glucemia instersticial (lo que permite nuevas funciones encaminadas, sobre todo, a evitar hipoglucemias graves).
Pero la bomba de insulina no es “inteligente” ni autónoma. Aunque cada nuevo modelo incorpora nuevas funciones que intentan facilitar el manejo de la DM, son el paciente y sus cuidadores quienes deben “ordenar” a la bomba la administración de bolos de insulina, la cantidad de la misma en cada bolo, la modificación ocasional del ritmo de infusión basal según las circunstancias del momento, etc. Por ello, es imprescindible realizar una intensa educación diabetológica específica para el uso de ISCI, además de conocer con detalle cómo manejar la DM con MDI, por si en algún momento fallase el sistema de ISCI, situación potencialmente muy grave dada la ausencia de remanente de insulina de acción lenta en el cuerpo del paciente(17). Asimismo, la frecuencia de mediciones de glucemia capilar será igual o incluso mayor que con MDI. El seguimiento debe hacerse en centros de referencia(20).
La dosis total diaria necesaria de insulina y su distribución a lo largo del día varían enormemente entre pacientes, y también cambian en cada paciente con el tiempo. Por todo ello, es necesario revisar y reajustar la pauta de insulinoterapia con frecuencia. El objetivo último es proporcionar al paciente y/o a sus cuidadores las herramientas y conocimientos necesarios para que ellos mismos sean capaces de realizar ajustes de la pauta de insulina de manera segura y eficaz. Para ello, es necesario un entrenamiento exhaustivo y periódico, con revisiones frecuentes(17).
Una herramienta útil para el cálculo de los bolos de insulina son los calculadores de bolo (la bomba de insulina tiene uno incorporado en su software). Este tipo de dispositivo sugiere la cantidad de insulina que debe administrarse en un determinado momento si se introducen una serie de datos, pero finalmente, debe ser el paciente quien, evaluando las circunstancias concretas del momento, acepte o modifique la sugerencia del dispositivo.
Es imprescindible que los pacientes se aseguren de disponer siempre de insulina de repuesto suficiente(17).
Alimentación
Establecer un adecuado plan de alimentación, asociado a los correspondientes ajustes de la pauta de insulina, permite mejorar el control glucémico. Debe recomendarse una dieta saludable, equiparable a la del resto de niños y adolescentes sanos, que permita disminuir los factores de riesgo cardiovascular, y adaptada a las circunstancias culturales y psicosociales de cada paciente. La ingesta calórica debe procurar el mantenimiento de un peso ideal y un adecuado crecimiento, el cual debe monitorizarse. En pacientes con DM tipo 1, debe evitarse el sobrepeso. De manera opuesta, la pérdida anormal de peso o la incapacidad para ganar peso de manera adecuada, debe hacer sospechar una situación de enfermedad (infecciones, enfermedad celíaca, hipertiroidismo), trastorno del comportamiento alimentario o inadecuada administración de insulina(16).
Como norma general, se recomienda ingerir el 50-55% de la calorías como hidratos de carbono (con la mínima cantidad posible en forma de azúcares simples), <35% como grasas (<10% como grasas saturadas) y 15-20% como proteínas, pero la pauta debe adaptarse a cada momento del desarrollo. Debe cuantificarse estrictamente la cantidad de hidratos de carbono (HC) que se ingiere, ya que la cantidad de insulina administrada en cada bolo comida depende de ello. En nuestro medio, los HC se cuantifican habitualmente en forma de “raciones”. Una ración equivale a 10 gramos de HC. Existen múltiples tablas de equivalencias para consultar qué cantidad de cada tipo de alimento corresponde a una ración de HC. Se puede establecer una relación o ratio insulina/ración para cada momento del día, que exprese la cantidad de insulina que se necesita para metabolizar cada ración de HC, y así flexibilizar la ingesta y mejorar la calidad de vida. Aun así, continúa recomendándose la regularidad en las horas y hábitos de las comidas para lograr un óptimo control metabólico. Además de la cantidad de HC, es importante valorar el índice glucémico de cada alimento, evitando o restringiendo aquéllos en los que este sea más elevado. Aunque en menor medida que los HC, se sabe que la ingesta de grasa y proteína también influye en la glucemia postprandial, por lo que debería evitarse el uso habitual del término “alimentos libres” para referirse a los alimentos constituidos fundamentalmente por estos macronutrientes, incidiendo en la necesidad de una dieta equilibrada(16).
Ejercicio físico
El ejercicio físico, sobre todo, el de tipo aeróbico, produce un aumento de la sensibilidad a la insulina. Por lo tanto, es posible la presencia de una tendencia a la hipoglucemia durante o después (incluso hasta 24 horas después) de practicar ejercicio físico. Este hecho exige ser tenido en consideración para prevenir hipoglucemias relacionadas con el ejercicio.
De manera ideal, el ejercicio físico será programado. Esto permitirá realizar ajustes de la pauta de insulina con antelación, en función del comportamiento de la glucemia en cada paciente según su experiencia previa con el tipo de ejercicio concreto que vaya a realizar. Con ello, se pretende evitar desajustes glucémicos. De manera general, puede ser necesario disminuir la dosis de insulina previa y/o aumentar la ingesta de HC durante y/o después del ejercicio. Cuando el ejercicio físico es imprevisto o no programado, la ingesta extra de HC será la principal herramienta para prevenir hipoglucemias. El ejercicio prolongado exige la ingesta periódica de HC durante su realización. Igualmente, tras la realización de ejercicio físico debería ingerirse una comida rica en HC que permita reponer las reservas de glucógeno.
Es importante medir la glucemia antes de practicar ejercicio físico, ya que puede ser perjudicial iniciarlo en situación de hiperglucemia con cetosis y en hipoglucemia. Ante la presencia de glucemia >250 mg/dL, debe realizarse medición de cuerpos cetónicos, ya que si estos son positivos (cetonemia >0,5 mmol/L o cualquier cetonuria presente) debe corregirse dicha situación con insulina y posponer el ejercicio hasta que la cetonemia se haya resuelto. Ante la presencia de hipoglucemia, esta debe corregirse y debe comprobarse su resolución 10-15 minutos después, todo ello antes de comenzar el ejercicio. Por tanto, la medición de glucemia previa al ejercicio debe realizarse un tiempo antes (unos 20-30 minutos antes) para tener un pequeño margen que permita solucionar algunas de estas situaciones y evitar la necesidad de cancelar el ejercicio por falta de previsión.
Monitorización de la glucemia
La automedición frecuente de glucemia capilar es fundamental en el manejo de la DM, por lo que debe facilitarse a todo paciente diabético. Debe realizarse un mínimo de 4-6 veces al día, ya que su frecuencia se correlaciona con el control glucémico. Los datos de las mediciones deben registrarse en papel o mediante descarga informática de los datos del glucómetro periódicamente (a ser posible a diario) y ser analizados por el paciente y cuidadores con frecuencia, para poder detectar precozmente alteraciones del control glucémico en determinadas situaciones o momentos del día que exijan realizar cambios en el tratamiento. Los objetivos glucémicos deben individualizarse para obtener los valores lo más próximos a la normalidad, evitando hipoglucemias graves, así como hipoglucemias leves o moderadas frecuentes. Asimismo, dichos objetivos deben elevarse ante la presencia de hipoglucemias inadvertidas, hasta que se restablezca la capacidad de detectar las mismas. Como referencia, dichos valores ideales se muestran en la tabla VII(19).
Los dispositivos de monitorización continua de glucosa (MCG), mínimamente invasivos, miden el nivel de glucosa del líquido intersticial bajo la piel cada pocos minutos. Los principales inconvenientes para su uso son su elevado coste (no financiados en la mayoría de los casos en nuestro medio actualmente) y su posible inexactitud en la medición (no miden glucosa en sangre, sino en el intersticio, y es necesario calibrarlos con mediciones de glucemia capilar, así como confirmar de igual manera las cifras alteradas). Aun así, su uso puede aportar grandes ventajas para mejorar el control glucémico, sobre todo, con los dispositivos de medición “a tiempo real”, que informan de la medición en el momento y de la tendencia de cambio del nivel de glucosa, avisando de las predicciones y permitiendo tomar decisiones en el momento. Son especialmente relevantes para pacientes con hipoglucemias inadvertidas, ya que permiten predecir la aparición de una hipoglucemia minutos antes de que ocurra, y actuar para evitarla. Igualmente, acoplados a la terapia con ISCI, permiten a la bomba actuar de manera automática en determinadas situaciones (presencia de hipoglucemia o predicción de hipoglucemia). Aunque este tándem ISCI-MCG constituye la base para la actuación automática de la bomba de insulina, aún falta bastante camino por recorrer para disponer de un verdadero “páncreas artificial” en la práctica clínica(19).
La medición de cuerpos cetónicos, ya sea mediante tira reactiva de orina o idealmente cetonemia en sangre capilar, debe realizarse siempre ante situación de enfermedad (sobre todo, si existen vómitos, dolor abdominal, somnolencia o respiración profunda) y ante cifras de glucemia mantenidas >250 mg/dL, ya que su elevación importante en dichas situaciones puede indicar una descompensación hacia cetoacidosis diabética, con necesidad de actuación urgente(19).
La hemoglobina glicosilada (HbA1c) es un indicador de la glucemia de los últimos tres meses (4-12 semanas), el mejor parámetro para evaluar el control glucémico y el único parámetro objetivo del que se dispone de evidencia sólida acerca de su correlación con las complicaciones micro y macrovasculares. Debe realizarse, como mínimo, cada 3 meses, a ser posible en la misma consulta del equipo diabetológico, para poder tomar decisiones inmediatas en función de su resultado. El objetivo general en niños y adolescentes diabéticos es un valor de HbA1c <7,5%, siempre individualizando, y elevándolo ante la presencia de hipoglucemias graves, hipoglucemias leves o moderadas frecuentes o hipoglucemias inadvertidas(19).
Educación diabetológica
Se define como el proceso mediante el cual se proporcionan al paciente y a sus cuidadores los conocimientos y habilidades necesarias para llevar a cabo su autocuidado, manejar las crisis y realizar cambios de estilo de vida para manejar con éxito la enfermedad. Es la clave del éxito en el manejo de la diabetes, influyendo de manera significativa en el control glucémico. Debe llevarse a cabo por un equipo multidisciplinar bien coordinado, con la misma filosofía y adecuadamente formado tanto teóricamente como en habilidades educativas. El contenido de la educación debe actualizarse periódicamente para incluir las novedades en el manejo de la DM y debe adaptarse a cada paciente y cuidadores. Las intervenciones educativas que se han demostrado más eficaces son aquéllas basadas en conceptos teóricos claros, integradas en la rutina asistencial del equipo diabetológico, encaminadas a proporcionar habilidades para el automanejo y soporte psicosocial, que utilizan técnicas cognitivo-conductuales para solución de conflictos, manejo del estrés, establecimiento de objetivos, habilidades comunicativas, motivación, etc. y que utilizan las nuevas tecnologías en el manejo de la DM como herramientas de motivación. Es fundamental considerar la educación diabetológica no solo como una formación en el momento del debut diabético, sino como parte integrante de la rutina asistencial, con reciclaje periódico rutinario y con especial atención a mantener la motivación del paciente y cuidadores. Debe intensificarse ante la detección de deficiencias en el manejo de la DM o ante la instauración de nuevas herramientas de tratamiento y seguimiento (ISCI, MCG…)(18).
Hipoglucemia
Una consecuencia del tratamiento con insulina (cuando este no es estrictamente idóneo) es la aparición de hipoglucemias, que constituyen la complicación aguda más frecuente de la DM, y cuya prevención debe ser un objetivo prioritario. Desencadenantes típicos son: el exceso de administración de insulina, el defecto de ingesta de HC, el ejercicio físico o la ingesta de alcohol. Aunque no existe una evidencia absoluta acerca de una cifra concreta de glucemia bajo la cual definir la hipoglucemia, en la práctica clínica se establece <70 mg/dL como el umbral de glucemia bajo el que debe iniciarse tratamiento de la misma en el paciente con DM. Los signos y síntomas se deben a la activación adrenérgica (sudoración, temblor, palpitaciones…) y a la neuroglucopenia (cefalea, dificultad para concentrarse, cansancio). En niños pequeños, son frecuentes las alteraciones del comportamiento (irritabilidad, rabietas, hipoactividad…). Ante la aparición de síntomas de este espectro debe medirse la glucemia.
La hipoglucemia grave (aquella con pérdida de consciencia o convulsión) requiere tratamiento urgente, idealmente administrando glucosa por vía intravenosa en el medio hospitalario. Fuera del hospital debe administrarse glucagón por vía intramuscular o subcutánea (0,5 mg en < 12 años, 1 mg en > 12 años). Debe entrenarse a los cuidadores en la administración de glucagón y asegurar la disponibilidad del mismo.
Las hipoglucemias leves o moderadas se tratarán administrando azúcares de absorción rápida por vía oral (habitualmente 10-15 g de glucosa), los cuales deben estar a disposición del paciente en todo momento y en cualquier circunstancia (zumos, geles o tabletas de glucosa…). A los 10-15 minutos tras su administración, debe medirse de nuevo la glucemia para asegurar una adecuada respuesta. Si esta no se ha producido, debe repetirse la ingesta de azúcares y repetir la medición tras otros 10-15 minutos. En ocasiones, será necesario administrar después HC de absorción intermedia-lenta, para evitar la recurrencia de la hipoglucemia.
La presencia de hipoglucemias frecuentes puede terminar disminuyendo o anulando la respuesta adrenérgica a la hipoglucemia, lo que conduce a la presencia de hipoglucemias desapercibidas, uno de los principales factores de riesgo de hipoglucemias graves. Cuando esto ocurra, deberán elevarse los objetivos glucémicos para restaurar la capacidad de detección(21).
Cribado de complicaciones y comorbilidades
El esquema de cribado de complicaciones micro y macrovasculares y de otras comorbilidades orgánicas asociadas a la DM tipo 1 se muestra en la tabla VIII(7,9).
Los pacientes jóvenes con DM tienen mayor incidencia de: depresión, ansiedad, estrés psicológico y trastornos de la conducta alimentaria, sobre todo, entre los que tienen peor control metabólico. El cribado de problemas psicológicos a través de herramientas validadas de evaluación de la calidad de vida y del desarrollo mental, tanto del paciente como de sus cuidadores, debe realizarse de manera rutinaria. El equipo diabetológico debe incluir profesionales especializados en salud mental para atender a los pacientes o cuidadores que lo precisen, y para entrenar al resto del equipo en la detección de este tipo de trastornos(8).
Estructura del seguimiento
El seguimiento habitual se estructura de la siguiente manera(15):
• Consulta cada 2-3 meses para reevaluación del automanejo de la diabetes y revisión de los registros de control glucémico, así como para evaluar el crecimiento, desarrollo y salud general.
• Consulta anual con evaluación y revisión de los conocimientos de alimentación, capacidad de automanejo y necesidades psicosociales, cribado de comorbilidades y factores de riesgo de complicaciones crónicas, detección de lagunas o errores en el manejo y reciclaje y/o actualización de aspectos de educación diabetológica.
• Proceso planificado y coordinado de transición a las unidades de diabetes de adultos, con el objetivo de asegurar la continuidad del seguimiento y el buen control durante la adolescencia y juventud. La edad a la que se debe realizar este proceso de transición no está establecida y depende de la organización y coordinación entre los equipos diabetológicos pediátricos y de adultos de cada centro(15).
Prevención
No existen intervenciones que hayan demostrado prevenir o retrasar la enfermedad, por lo que actualmente, no se recomienda el cribado de familiares de primer grado fuera de estudios de investigación.
Ante el diagnóstico de DM tipo 1 en un hijo, muchos padres plantearán si sería posible realizar estudios a los hermanos o a ellos mismos para prevenir la aparición de la enfermedad, dada la implicación de un componente de predisposición genética. Algunos estudios han permitido establecer un mayor o menor riesgo de desarrollo de la enfermedad según determinados marcadores genéticos, autoanticuerpos, marcadores del sistema inmune celular, de daño de la célula beta, etc., pero ningún marcador de manera individual o score que los combine permite de momento predecir de manera definitiva qué persona desarrollará la enfermedad. No existen en la actualidad intervenciones que hayan demostrado prevenir la aparición de autoinmunidad (prevención primaria) o retrasar la aparición de la fase clínica de DM tipo 1 una vez establecida la autoinmunidad (prevención secundaria). Por ello, no se recomienda actualmente, realizar cribado de anticuerpos, genes de predisposición…, ni ninguna intervención en fase preclínica fuera de estudios de investigación. En individuos de conocido riesgo aumentado, si fuera posible, debería facilitarse el acceso a estudios de investigación en marcha en este sentido, si así lo desean(12,13). Debe insistirse en recordar los síntomas cardinales de DM para consultar precozmente ante su potencial aparición.

 Fuente: pediatriaintegral.es

viernes, 13 de noviembre de 2015

Manejo de las Úlceras de Pie Diabético Infectado


pie-diabetico.JPG 

Considerando que las úlceras de pie diabético son crónicas, es necesario hacer la distinción entre colonización e infección: la colonización es la multiplicación de microorganismos sin provocar una reacción en el huésped; la infección es la respuesta inflamatoria del huésped al daño provocado por la multiplicación de los microorganismos. Las úlceras de pie diabético infectado en general presentan exudado de mal olor, induración del tejido, eritema alrededor de la úlcera, calor local y edema. El dolor, la fiebre y el aumento de los glóbulos blancos se asocian con infección y no con colonización. Las infecciones del pie constituyen la infección de partes blandas más frecuente en el diabético y pueden llevar a osteomielitis, amputación o a la muerte. El espectro de infecciones va desde la celulitis localizada a infecciones profundas con fasceítis necrotizante y/u osteomielitis. La presencia de inflamación local, supuración o crepitación indica infección, pero su ausencia no la descarta y puede observarse
osteomielitis bajo una úlcera no inflamatoria. Por otra parte, la existencia de signos inflamatorios en un pie no ulcerado puede corresponder a una artropatía de Charcot. Síntomas sistémicos como fiebre o calofríos, al igual que leucocitosis, sólo se presentan en un tercio de los casos de infección. La hiperglicemia en cambio es común.
La neuropatía predispone a la infección al permitir puertas de entrada como úlceras plantares. En ausencia de ulceras, el 60% de las infecciones comienza en los espacios interdigitales, seguido de la región periungueal en 30% y el restante 10% en otras zonas. Curación Avanzada de las Ulceras del Pie Diabético.
La hipoxia secundaria a la insuficiencia vascular es otro factor importante que favorece la aparición de infección; los trastornos metabólicos de la diabetes favorecen la hipoxia tisular. La respuesta inmune inespecífica está disminuida en estos pacientes, observándose menor actividad leucocitaria. Neuropatía, hipoxia y deficiencias
inespecíficas del sistema inmune, probablemente en ese orden de importancia, se combinan para favorecer la aparición y rápida progresión de la infección del pie. En las infecciones de pie diabético, los agentes
participantes varían según se trate de una infección superficial o profunda. Las infecciones superficiales agudas adquiridas en la comunidad y sin tratamiento antibacteriano previo son generalmente provocadas por
estafilococos aureus o estreptococos spp y no siempre requieren uso de antimicrobianos. Las infecciones profundas y/o crónicas son polimicrobianas en más del 50% de los casos, con participación de dos o 3 agentes
como promedio. En ellas debe intentarse siempre un diagnóstico bacteriológico preciso a través de cultivos.
La cronicidad y la repetición de tratamientos antibióticos llevan a la selección de flora bacteriana aumentando el porcentaje de gramnegativos y gram positivos multirresistentes. Es fundamental tomar todas las medidas necesarias para abordar este problema, ya que un mal tratamiento y manejo puede llevar a la amputación y, muchas veces, a la muerte del paciente. El objetivo básico del manejo de las úlceras del pie diabético infectadas es remover todo el material extraño y eliminar el tejido esfacelado o necrótico. Ante signos clínicos de infección en una úlcera cerrada, es necesario destecharla para drenar el material purulento y efectuar una valoración de los tejidos afectados. Es importante recordar que la diferencia entre un Wagner II y III es sutil, por lo cual, si existe duda respecto al grado de compromiso sistémico y local que sugiera un mayor compromiso, es preferible dar antibioterapia de primera línea (cobertura gram positivo). Si la reacción local es intensa y existen signos sistémicos de infección, como es característico en las úlceras de pie diabético Grados III, IV y V, se aconseja la toma de cultivo aerobio y anaerobio posterior al aseo quirúrgico y el uso de antibióticos de primera y segunda línea (mayor cobertura gram positivo y negativo)14. En el manejo avanzado de las úlceras de pie diabético se recomienda efectuar una curación diaria y evaluar cada 24 horas las condiciones generales y locales del paciente. Realizar un lavado amplio y efectivo y utilizar como cobertura un apósito interactivo, bioactivo o mixto, dependiendo de la cantidad y calidad del exudado y de las características del tejido (granulatorio, esfacelado o
necrótic

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Diabétes, tómatela en serio


image018 

La práctica regular de ejercicio, aunque sea de intensidad leve, mejora el control glucémico o metabólico,disminuye el riesgo cardiovascular y aumenta el bienestar general.
 
•La actividad física más recomendada para los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 es el ejercicio aeróbico

Con la llegada del otoño, es momento para retomar costumbres como la práctica de actividad física o bien de proponerse empezar a realizarlas. La actividad física es importante para todos, pero especialmente para las personas con diabetes o en riesgo de padecer esta enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un ejercicio de moderada intensidad durante 30 minutos la mayor parte de los días lo cual, acompañado de una dieta saludable reduce el riesgo de desarrollar diabetes tipo 23. Una vez la diabetes se ha desarrollado, el estilo de vida saludable es fundamental para mantener la enfermedad bajo control.
La diabetes tipo 2 es una patología crónica que no tiene cura y cuyo control requiere una atención y cuidados simples pero frecuentes. El ejercicio y la dieta son los pilares fundamentales en el tratamiento de esta tipología de diabetes y en algunos casos estas medidas son suficientes para controlar la glucemia. “Para los pacientes con diabetes de tipo 2, la necesidad de realizar ejercicio físico regular debe ser un hábito tan arraigado en el día a día como lo es el ponerse el pijama y cepillarse los dientes antes de acostarse”, destaca el doctor Antonio Hormigo, Médico de Familia del Centro de Salud Puerta Blanca (Málaga).
Está demostrado que la práctica regular de ejercicio, aunque sea de intensidad leve, mejora el control glucémico o metabólico, disminuye el riesgo cardiovascular y aumenta el bienestar general. Además, contribuye a la disminución del peso, uno de los principales objetivos en la mayoría de pacientes con diabetes tipo 2. Por otro lado, se ha observado que el fortalecimiento de la musculatura también mejora la sensibilidad a la insulina y reduce los requerimientos de medicación.
image019 Caminar, bailar, montar en bici…
La actividad física más recomendada para los pacientes con diabetes tipo 2 es el ejercicio aeróbico, es decir, de baja intensidad y larga duración. Caminar a paso ligero es la forma más común de ejercicio aeróbico, pero también lo es bailar, nadar o montar en bicicleta. “El paciente debe elegir el ejercicio que más le guste o divierta y que mejor se adapte a su estilo de vida. De hecho, es más importante la constancia o persistencia en la práctica del ejercicio que el tipo de ejercicio realizado”, subraya el doctor Hormigo.

La falta de tiempo no debería ser una excusa para no realizar ejercicio físico regular pues pueden aprovecharse las actividades y obligaciones de la vida diaria para practicarlo. Se ha demostrado que el acúmulo de sesiones de 5-10 minutos de ejercicio no estructurado a lo largo del día (evitar el ascensor y subir escaleras, evitar vehículos motorizados y caminar o ir en bicicleta para desplazarse, etc.) produce beneficios metabólicos y cardiovasculares similares a los obtenidos a través de la práctica en una sola sesión de 30-60 minutos de ejercicio.
La frecuencia y duración habitualmente aconsejadas son 30-60 minutos un mínimo de cinco veces a la semana. Sin embargo, la intensidad y frecuencia deberá adecuarse a la edad y características de cada paciente y se recomienda acudir al médico antes de realizar una actividad intensa por primera vez o bien al retomar la actividad física habitual tras un tiempo de descanso. El profesional sanitario descartará la presencia de patologías que puedan contraindicar el ejercicio físico en general o bien algunas actividades concretas y considerará si es necesario ajustar la medicación para minimizar el riesgo de hipoglucemia. Sin embargo, “esta medida es sólo de prevención y, en cualquier caso, los beneficios de practicar ejercicio físico regularmente superan ampliamente los riesgos”, tal y como explica el doctor Antonio Hormigo.
 Integrar la actividad física de manera natural. 
En este sentido, es un aliado para ayudar al paciente con diabetes a integrar la actividad física de manera natural en su día a día.Se trata de un estándar de pautas saludables que se presenta en forma de reloj diurno y nocturno. El Reloj de la Diabetes ofrece, hora a hora, consejos sobre alimentación, ejercicio, controles de glucemia, visitas médicas y otros hábitos que son necesarios seguir para llevar un buen control de la diabetes durante las 24 horas del día.
El Reloj de la Diabetes se enmarca en la campaña esDIABETES, TÓMATELA EN SERIO.cuyo objetivo es la concienciación global sobre la importancia de adoptar unos hábitos de vida saludables para prevenir o mantener la diabetes controlada. La iniciativa, auspiciada por la Alianza Boehringer Ingelheim y Lilly en diabetes, cuenta con la colaboración y el aval de SED (Sociedad Española de Diabetes), redGDPS (Grupo de Estudio de la Diabetes en Atención Primaria de la Salud), SEMI (Sociedad Española de Medicina Interna) y FEDE (Federación de Diabéticos Españoles)

lunes, 9 de noviembre de 2015

Conozca más sobre la diabetes gestacional


embarazo-diabetes-y-obesidad 

La gran alteración hormonal que se produce durante el embarazo ocasiona efectos que pueden derivar en un bloqueo de la insulina y en desarrollar  diabetes.

La detección temprana y el tratamiento efectivo de este problema es importante para evitar riesgos en el bebé como lesiones al nacer, hipoglucemias y peso excesivo.

Para detectar a las mujeres en riesgo de desarrollar ésta patología durante su embarazo, se han tomado en cuenta los factores de riesgo, tales como la raza, edad, índice de masa corporal, historia familiar de diabetes o cambios analíticos en los niveles de glucemia.

Pero, según los datos de un estudio publicado en la revista Diabetes Care, uno de los marcadores a tener en cuenta a partir de ahora debería ser el grado de grasa abdominal. Porque la obesidad se da en el 40% de las gestantes y los antecedentes familiares no son muy selectivos (pues la diabetes es un trastorno que se da en muchas familias).

Los investigadores, del Hospital St. Michael en Toronto (Canadá), llegaron a esta conclusión tras analizar una muestra de casi 500 mujeres con una edad entre los 18 y los 42 años. Comprobaron que aquellas que presentaron mayores niveles de grasa abdominal fueron las que posteriormente desarrollaron con más frecuencia diabetes gestacional entre las semanas 24 y 28 de su embarazo, independientemente del índice de masa corporal.

Leanne De Souza, ginecóloga y obstetra del hospital St. Michael y principal autora del estudio, asegura en un comunicado que “Este estudio muestra el potencial de evaluar a las pacientes en el inicio de su gestación, y utilizar la grasa abdominal como predictor del desarrollo de diabetes”.

Al tomar imágenes de la grasa abdominal al inicio de la gestación mediante una ecografía en una de las visitas rutinarias, se podría identificar a la mujer con un nivel de grasa elevado que es la que va a estar en riesgo de desarrollar diabetes posteriormente. Así se hizo en este trabajo, mediante una ecografía entre la semana 11 y 14 de gestación se midió la grasa visceral, la subcutánea y la total en la zona abdominal.

El problema que presenta la grasa visceral, que es la que se forma alrededor de los órganos, que produce toxinas que hace que el cuerpo se vuelva resistente a la insulina. Pero el estudio muestra que no solo hay que tener en cuenta la grasa visceral, sino también la grasa total a la hora de predecir la diabetes.

El inconveniente de los factores de riesgo clásico es que no son del todo eficaces porque “hasta un 60% de las mujeres iniciarán su embarazo con sobrepeso, y muchas de ellas tienen un familiar con diabetes tipo 2, por lo que estos factores empiezan a adjudicarse cada vez a más personas”.

“La medición de la grasa abdominal en las gestantes podría utilizarse por médicos y otros sanitarios para identificar a las mujeres con más riesgo”, afirma De Souza, para intentar prevenir el desarrollo de este trastorno o instaurar un tratamiento lo más pronto posible.

Para concluir, esta especialista señala que “deberían llevarse a cabo esfuerzos para promover una dieta y estilo de vida saludables, y ayudar a las mujeres a evitar una excesivo aumento de peso”.



viernes, 6 de noviembre de 2015

¿Por qué sube y baja mi glucosa?


iStock_DNY59_000074759799_Small 

Tener diabetes significa que estás monitoreando con frecuencia los niveles de glucosa en la sangre para mantenerlos cerca del rango normal y así evitar que las subidas o caídas extremas del azúcar, puedan causarte complicaciones. Pero, ¿cuál es la causa de las fluctuaciones en los niveles de glucosa (azúcar)? Aquí te explicamos.
Cuando tienes diabetes, es importante que estés familiarizado con los números que indican si tus niveles de glucosa en la sangre están altos o bajos. Algunas variaciones requieren tu atención, pues pueden implicar que necesites hacer un ajuste en tu dieta, en la dosis de tus medicamentos (ya sea medicamentos orales o insulina) y/o en tu estilo de vida (tu actividad física).
Seguramente, si tienes diabetes ya conoces tu cuerpo y sabes que te da señales para identificar cuando hay fluctuaciones significativas en los niveles de la glucosa, los cuales se consideran normales cuando están en el rango de 70 a 100 miligramos (70-100 mg/dl). Aunque la única forma de saber exactamente cómo está el nivel de glucosa en la sangre es midiéndola.
Es normal que los niveles de la glucosa en la sangre varíen durante el día, tanto en las personas con diabetes como en las personas que no padecen dicha condición. Lo que comes, tu nivel de actividad física, cuando se tiene alguna enfermedad (como un resfriado, una gastroenteritis, etc.) e incluso factores como el estrés, influyen en las fluctuaciones que puede tener tu glucosa en la sangre. Sin embargo, cuando estos niveles de azúcar en la sangre son muy altos o muy bajos, hacen que no te sientas bien.
Si tienes la glucosa en la sangre (glucemia) en niveles altos, lo que se conoce como hiperglicemia o hiperglucemia es importante encontrar la causa para corregirla. Los niveles de azúcar elevados en la sangre se presentan cuando el cuerpo no produce suficiente insulina. También se presenta cuando el organismo no puede utilizar la insulina que produce adecuadamente (a esto se le conoce como resistencia a la insulina). De cualquier manera, hay que tomar cartas en el asunto porque la elevación de la glucosa en la sangre pueden causar problemas de salud y complicar tu diabetes.
Algunas de las complicaciones de la hiperglucemia incluyen: ataques al corazón, derrame cerebral, problemas con el funcionamiento de los riñones, alteraciones en la vista y daños en los nervios (neuropatía). Entre los síntomas de la hiperglucemia están: mucha sed, ir al baño con frecuencia y presencia de azúcar en la orina.
Algunas causas de hiperglicemia incluyen: algo que comiste o bebiste (cuando comes o bebes algo que no debías, por ejemplo), cuando tomas algunas medicinas (como cortisona, por ejemplo), si estás enfermo, si tu cuerpo está combatiendo alguna infección, o si no haces ejercicio.  Otras causas serían:

  • Si tienes diabetes tipo 1, probablemente no te inyectaste la cantidad indicada de insulina
  • Si tienes diabetes tipo 2, quizá se te olvidó tomar la medicina.
  • El estrés y las preocupaciones
  • Un resfrío o una gripe
  • Si tienes cirugía
Si te mides tu glucosa y está más alta de lo normal, debes tomar acción: hacer ejercicio por lo general baja los niveles de glucosa en la sangre. Sin embargo, si el nivel de tu glucosa sobrepasara los 240 mg/dl será necesario hacer una prueba de orina para determinar si hay cetonas (residuos que resultan de cuando el organismo descompone las grasas) presentes. En caso de que así sea, no se debe realizar actividad física. Tu médico te indicará cuál es el mejor tratamiento o qué pasos debes tomar.
Por otro lado, los síntomas de la glucosa baja o hipoglucemia típicamente los sospecharás si te sientes débil, cansado, sudoroso, irritable, con hambre, intranquilo, si tu corazón late rápidamente (a esto se le llama taquicardia) y/o algunas personas pueden tener visión borrosa transitoriamente. Si tienes un monitor de glucosa y ves que tu nivel está por abajo de 70 mg/dl, necesitas atención inmediata. En casos muy severos la persona puede perder el conocimiento.
La hipoglucemia se produce cuando el azúcar del cuerpo se agota con demasiada rapidez; cuando la glucosa es liberada al torrente sanguíneo con lentitud o se libera demasiada insulina en el torrente sanguíneo. Las causas más comunes de la baja de glucosa en sangre o hipoglucemia en las personas con diabetes son:

  • Saltarse comidas
  • Demorarte para comer
  • Tomar la insulina o el medicamento para la diabetes en el momento equivocado
  • Tomar accidentalmente demasiada insulina o medicamento para la diabetes
  • Hacer ejercicio extenuante o en un momento del día que no es habitual para la persona con diabetes
  • Tomar alcohol
Si te baja la glucosa debes tomar de inmediato medidas como ingerir 15 gramos de carbohidratos como por ejemplo: una cucharada de miel, tres tabletas de glucosa, una cucharada de azúcar sola o disuelta en agua, ½ taza de jugo (zumo) de naranja o de manzana, ½ vaso de soda regular.
Se recomienda esperar 15 minutos y medirse la glucosa en la sangre para ver si ya está en un nivel normal. Si al cabo de los 15 minutos la persona no se siente bien, se debe repetir lo anterior.
Si piensas que podrías estar teniendo bajas de azúcar, revisa tus niveles de azúcar en la sangre y habla con tu médico. A veces estas bajas de azúcar pueden suceder durante la noche. Algunos síntomas que podrían sugerir hipoglucemia durante la noche incluyen sudoración nocturna o que notas que las sábanas o la piyama está húmeda cuando te despiertas, o si tienes pesadillas con frecuencia, o si te despiertas con dolor de cabeza todos los días, por ejemplo. Y también es importante que le preguntes acerca del glucagón, una medicina que contrarresta el efecto de la insulina para casos de hipoglucemia severa.
La mejor manera de evitar las grandes fluctuaciones en los niveles de la glucosa es controlar adecuadamente tu diabetes. Consulta con tu médico y tu equipo de salud si tienes dudas al respecto.

Fuente: vidaysalud.com

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Antiséptico evitaría amputaciones de pies diabéticos


El tiempo paga 

Además de matar bacterias y demás microorganismos, un nuevo fármaco ayuda en la regeneración de tejido, acelerando la rehabilitación del pie diabético. Incluso, ayudaría en casos de quemaduras y úlceras.

Hablar de la diabetes y sus complicaciones para la salud es tratar con un asunto serio. Y es que después de los problemas de agudeza visual, el pie diabético es la segunda complicación más frecuente esta enfermedad. 
De hecho, según un artículo publicado en la Revista Mexicana de Angiología, se calcula que en el país anualmente se realizan cerca de 75 mil amputaciones de extremidades por lesiones mal tratadas en personas con diabetes. Con el fin de revertir esta situación, investigadores mexicanos desarrollaron un nuevo fármaco.
“El antiséptico es una solución base agua que tiene un proceso de electrólisis, es una tecnología japonesa que tiene la ventaja que es un antiséptico de amplio espectro. Actúa sobre bacterias, virus y hongos en 30 segundos”, explica el Dr. Felipe Herrera, director médico de Esteripharma México.
Bajo el nombre de Estericide, el antiséptico busca eliminar microorganismos y acelerar la rehabilitación de heridas en los pacientes que por los niveles elevados de azúcar presentan daños en los nervios y vasos sanguíneos, exponiéndolos a sufrir infecciones peligrosas.

“Tiene una acción que ayuda a la cicatrización de la lesión y por sí misma, al no haber contaminación de bacterias, nuevo tejido empieza a reproducirse", comenta Mario Balbuena Moctezuma, director de Esteripharma. 
“Tenemos pacientes multitratados que ya tienen su programación para amputación pero deciden tener una segunda opción. Los hemos tratado con nuestros productos, de manera integral, bajándoles los niveles de azúcar, antibióticos y hemos tenido excelentes resultados evitando la amputación de la extremidad del paciente”, añade Herrera.
La aplicación del producto es sencilla. Se hace un lavado en la herida, se elimina tejido contaminado, se aplica la solución y se cubre con vendaje. Además de pacientes diabéticos, el antiséptico también se puede aplicar en otros casos.
“Lo hemos usado en pacientes con quemaduras de segundo y tercer grado, en pacientes que están en sillas de ruedas de manera permanente y se les hacen escaras. También en úlceras varicosas y en cualquier tipo de infección postquirúrgica”, agrega Herrera.
Dicho fármaco, desarrollado en colaboración con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) ha sido puesto a prueba en varias clínicas del Gobierno de la ciudad de México y busca convertirse en un futuro en una alternativa global en el combate de la diabetes.
Y es que, según la Organización Mundial de Salud (OMS) a nivel mundial existen 347 millones de personas con esta enfermedad y para el 2030, esta cantidad podría duplicarse.

Fuente : holadoctor.com

 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Hallan proteína capaz de proteger contra la diabetes


gen-controla-diabetes-mellitis 

Los científicos españoles demostraron que los genes CdK5a/2b protegen frente a la resistencia a la insulina y al hígado graso.

La investigación realizad por los científicos del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico de Valencia-INCLIVA, en España y liderizada por la doctora Herminia González del Grupo de Investigación de Inflamación, fue publicada en la revista internacional BBA, Molecular Basis of Diseases.

La doctora González, señaló que “el proyecto tiene su origen en estudios precedentes propios en los que se asociaron niveles reducidos del gen IRS2 al desarrollo de resistencia a la insulina en sujetos con síndrome metabólico”.

De ahí, decidieron estudiar en el laboratorio un modelo de ratón genéticamente modificado, que desarrolla resistencia a la insulina causada por un defecto en la señalización de la insulina.

Se observó en este modelo animal que la sobrexpresión de dichos genes CdK2a/2b mejora el funcionamiento del metabolismo de la glucosa, reduce la resistencia a la insulina y la inflamación y protege frente al desarrollo de hígado graso.

“Los resultados obtenidos nos han permitido poner en marcha una segunda fase. En esta, se está investigando en pacientes la interacción de estos dos genes”, señaló González.

“Si los resultados se confirman, se abre una vía terapéutica basada en la modulación de dichos genes con el fin de reducir la resistencia a la insulina y la diabetes asociada a ésta”, según la investigadora.

La diabetes es una enfermedad crónica en la cual el cuerpo no puede regular la cantidad de azúcar en la sangre como consecuencia de un mal funcionamiento del páncreas, el cual no segrega correctamente insulina (que es la hormona que controla el azúcar en la sangre).

La importancia de esta enfermedad se debe no solo a su alta prevalencia, sino también a las devastadoras complicaciones crónicas que ocasiona, a su elevada tasa de mortalidad y al enorme coste que supone a los sistemas nacionales de salud.

fuente : medicinapreventiva.info